Jueves, 21.00h de la noche, hora de acostar a los niños. Mi hijo Àlex, que se había quedado dormido en el trayecto de vuelta del colegio, decide que no tiene sueño y que no quiere irse a la cama. Carla, en cambio, agotada de toda la jornada se acuesta sin rechistar. Yo, que soy muy poco permisiva ante estas actitudes y muy exigente y organizada con los horarios, empiezo a molestarme e intento redireccionar a Àlex sin éxito. Empiezan los llantos y al final, al ver que no alcanzo su objetivo, intenta provocarse el vómito hasta que lo consigue. Mi reacción, que estoy intentando moderar desde hace algún tiempo, no deja de ser otra que el grito. El socorrido grito es, en ese momento, mi única válvula de escape para aminorar la impotencia y la rabia que siento conmigo misma, por no saber gestionar mejor una situación como ésta.
Como madre, una de mis mayores debilidades en la crianza de mis hijos, como supongo que también compartiré con algunas de mis lectoras, es el hecho de gritar. Ante situaciones conflictivas o ignorancia expresa de una orden por parte de los niños, mi respuesta inmediata era y sigue siendo aún, aunque en menor medida, el grito.
He leído bastante acerca de ello y soy consciente que el grito no ayuda a mis hijos en ese momento. Se asustan, no entienden mi reacción y por lo tanto se paralizan. Además, como madre, no soy un buen ejemplo para los niños, ya que ven como soy incapaz de gestionar mis emociones y de trabajar mejor mis reacciones ante un comportamiento inesperado por parte de ellos.
Hace unos meses, consciente de esta debilidad y decidida a hacer lo imposible para remediarla, descubrí el libro “Educar sin gritar” de la socióloga, maestra y mediadora de conflictos, Alba Castellví. Un manual para padres que quieren reforzar la autonomía de sus hijos con consejos prácticos para dirigirnos y empatizar con ellos sin recurrir a premios, castigos ni al tan socorrido grito.
Castellví en su libro, invoca a la relajación para ello y dice textualmente “ Cuando notéis que la situación empieza a tensarse (por ejemplo, porque no os hacen caso cuando decís que hagan alguna cosa) id a vuestra habitación. O al baño. Encerraros a cualquier lugar tranquilo (…). Sentaros. Coged aire y expulsadlo lentamente y tomando consciencia del paso del aire a través de las vías respiratorias. (…) Basta. Salid de vuestro “santuario” y volver a gestionar la situación con vuestros hijos” .
Una reflexión que tras leerla parece fácil de llevar a la práctica, pero que en plena crisis, no resulta tan evidente. Sin embargo, sigo intentándolo o por lo menos, sin llevarlo al extremo, intento relajarme y contar hasta diez para atenuar el grito y, debo admitirlo, poco a poco lo consigo.
«Educar sin gritar», sin ser demasiado ambicioso, ofrece pautas claras para gestionar adecuadamente las situaciones de conflicto con los hijos. Plantea soluciones para afrontar el no y la frustración, trucos para formular órdenes y que sean entendidas y se cumplan por parte de nuestros hijos, así como algunas ideas para empatizar con los niños en momentos críticos como son las comidas o tras una rabieta. También muy útil en mi caso, te ofrece pautas para gestionar conflictos entre hermanos y saber cuándo se debe intermediar y de qué forma.
En definitiva, se trata de una guía muy recomendable para transmitir confianza y autonomía a los niños a través de la educación diaria. Muy fácil de leer y con consejos prácticos que te ayudan, entre otras cosas, a distinguir y gestionar adecuadamente entre aquellas cosas prioritarias y aquellas otras más o menos importantes de la educación de los hijos.
Con la ayuda de «Educar sin gritar» espero muy pronto convertirme en una experta en gestionar las situaciones diarias con mis hijos sin levantar la voz . Os lo aconsejo como lectura. Veremos en unos meses si lo consigo!
es verdad que gritar, además de no estar bien, no funciona, yo consigo mucho más cuando estoy calmada. tranquila, sí soy capaz de reconducir la situación. pero mentiría y mucho si no reconociera que los suelto y que en ocasiones me quedo nueva después de dar uno… pero vamos, que no es la vía, porque es verdad que se desconciertan y asustan.. seguiremos trabajando la paciencia, que se lo merecen ellos y nosotros, bss!
Totalmente de acuerdo contigo Miren! A mi también se me escapa de vez en cuando algún grito, aunque reconozco que después me siento mal por ello y de poder volver hacia atrás, intentaría evitarlo. Es algo que procuro trabajar y con ese objetivo me leí este libro. Sin embargo, debo admitir que hay situaciones en que los peques nos lo ponen muy difícil y como tu dices, en según que contexto, un grito es una buena válvula de escape. ;-) Mi dosis de paciencia siempre llega al límite con ellos, o sea que nos toca seguir trabajando…Besitos!