Como ya os he ido contando en repetidas ocasiones, mi hijo Àlex es un apasionado de los lobos y aún se acuerda, con tristeza, cómo en nuestra primera escapada familiar a Molló Parc, en el valle de Camprodón, no pudo verlos en acción.
También Carla recuerda con mucho cariño esa excursión de hace un año al parque natural de Molló Parc para ver a los lobos, y desde hace meses quería volver a visitar el río y conocer al lince del que había descubierto, en uno de sus libros, que es una especie en peligro de extinción.
Por ello, cuando este verano les dimos la ocasión de escoger una excursión en familia, ambos coincidieron y no tuvieron ninguna duda en optar por una segunda visita a Molló Parc.
Nuestra escapada familiar a Molló Parc
Molló Parc es un parque de animales en el valle de Camprodón, en Girona (Catalunya), dirigido a familias y que ofrece la oportunidad de recorrer a pie distintos senderos entre zonas boscosas y prados. Un itinerario plano, perfectamente señalizado y sin dificultades, en plena naturaleza, para descubrir la flora y la fauna que caracterizan el Pirineo.
Dos rutas, una más larga y otra más corta, recorren el parque natural y se adentran entre los árboles y las praderas dónde pasean, pasturan y descansan libremente los ciervos, los gamos o los corzos.
A lo largo del recorrido, se alternan los miradores, para intentar vislumbrar a los linces o a los rebecos en su pequeño hábitat, y los espacios cerrados dónde podemos ver, desde osos, zorros y lobos, hasta aves como el buitre, el buho o el águila real.
También sólo entrar al parque, los niños pueden conocer y, excepcionalmente en este caso, acercarse y tocar los animales de granja. Conejos, cabras, ponis hacen las delicias de los más pequeños. También gallinas, patos y pavos corretean libremente por los campos.
Finalmente, dos zonas de picnic donde descansar, una en la misma entrada del parque y otra junto al río, y un espacio lúdico con un tobogán para los más pequeños, complementan la oferta de este parque natural.
Redescubriendo el parque natural y disfrutando de una escapada familiar entre animales
Como esta era nuestra segunda visita al parque natural, y mis hijos la recordaban perfectamente, decidimos que fueran ellos los que nos guiarán esta vez. Evidentemente no había posibilidad de pérdida ni de error, así que empezamos a disfrutar de la aventura.
Con los planos en la mano, empezamos nuestra travesía. Vimos los animales de granja y nos fuimos directamente a visitar al oso. Antes pero, a diferencia de la anterior ocasión, la marmota salió de su madriguera para saludarnos y la pudimos ver perfectamente. Por suerte, en esta ocasión, aún no había empezado su hibernación.
El oso lo vimos en acción, mientras corría, comía y se bañaba en su peculiar piscina natural y tras unos minutos contemplándolo, seguimos nuestro recorrido hacia el bosque.
En nuestra travesía, nos cruzamos con ciervos, muflones y también desde los miradores habilitados para ello, vimos a los rebecos, a las cabras montesas y a los gamos corretear o descansar bajo alguna sombra. Mi hija quería llegar al río cuanto antes y poder improvisar un picnic en la orilla y así lo hicimos.
Posteriormente, los niños quisieron entrar un momento al parque infantil y tras bajar varias veces por el tobogán, retomamos la marcha. Nuestro objetivo era conseguir ver a los lobos.
Mi hijo estaba impaciente. Recorrimos senderos, bordeando el riachuelo y entre frondosos árboles, hasta encontrar el espacio cerrado de los lobos. Cuando llegamos reinaba la calma y ni rastro de los animales. Àlex ya empezaba a ponerse de mal humor cuando llegó uno de los cuidadores del parque y los llamó para darles su comida. Fué entonces cuando los vimos y además en plena acción. Ya habíamos alcanzado uno de nuestros objetivos principales de esta escapada familiar, ver a los lobos, aunque sin poder inmortalizar el momento.
Ahora sólo quedaba por ver si conseguiríamos alcanzar nuestro segundo objetivo, vislumbrar al lince. Mi hija estaba emocionadísima. Sólo llegar a su espacio lo vimos perfectamente, correteando y moviéndose entre las piedras. Segundo y último objetivo alcanzado y éste con foto incluida, aunque algo defectuosa.
Ya algo cansados, continuamos nuestro recorrido. Vimos los jabalíes, el águila real y sorprendentemente también tuvimos ocasión de ver el zorro. Fué una de las sorpresas de esta escapada familiar, junto con las ardillas, dos animales que no habíamos conseguido ver en nuestra anterior visita. A Àlex le encantó ver de cerca un zorro, «un fox igual que Swiper de Dora la Exploradora, lo véis» nos iba diciendo. Y Carla se quedó maravillada con las ardillas, que está vez también las vimos de muy cerca.
Terminamos el recorrido con una visita fugaz a los conejos y a las cabras aprovechando que en ese momento no había nadie en la granja para que nuestros hijos los acariciaran y jugaran un rato con ellos y decidimos emprender nuestro viaje de vuelta al coche para ir a comer.
Tras la comida, rematamos la escapada con una visita a la población de Camprodón. Un pintoresco pueblo que nos sedujo a grandes y pequeños.
A pesar de que ahora ya empiezan a acortar los días y pronto empezará el frío, vale la pena aprovechar alguna jornada otoñal de sol de las que aún nos ofrecen habitualmente septiembre y octubre para hacer una escapada familiar e ir a conocer esta maravilla de parque.
En nuestro caso, aún nos quedan por descubrir los circuitos del Molló Parc Aventura. Un parque de tirolinas para los niños a partir de 2 años de edad que complementa la oferta de actividades de la zona y que aún no hemos visitado. Seguramente pronto repetiremos escapada familiar para divertirnos en las tirolinas y para inmortalizar el momento lobo. ¿te apuntas?