Desde pequeño, sin apenas saber expresarse, a nuestro hijo Àlex siempre le han gustado los cuentos de lobos. Es un personaje que le fascina y en casa tenemos bastantes títulos que cuentan con este animal como protagonista. Desde Caperucita Roja, los Tres Cerditos, los Siete Cabritos y el Lobo Feroz a títulos más desconocidos como El amable lobo feroz o El árbol que hablaba, entre otros.
Por ello, aprovechando aún uno de los fines de semana estivales que nos regaló septiembre, decidimos hacer una escapada a Molló Parc, en el valle de Camprodón, en Girona. Queríamos que Àlex viera con sus propios ojos que los lobos también existen, aunque son menos feroces y malvados que en los cuentos infantiles.
Descubriendo Molló Parc y la casa del lobo
Molló Parc es un parque natural, abierto al visitante que ofrece a las familias la oportunidad de recorrer distintos senderos entre zonas boscosas y prados. Un itinerario en plena naturaleza para descubrir la flora y la fauna que caracterizan el Pirineo.
Rutas bordeando el riachuelo, caminos comunes por dónde pasturan los ciervos, los gamos o los corzos y miradores para admirar a los linces, son algunos de los espacios que podemos encontrar si nos aventuramos por cualquiera de sus senderos. También espacios cerrados dónde viven las aves rapaces, zonas de picnic donde descansar, y una zona de columpios y tobogán para los más pequeños, complementan la oferta de esta parque natural.
Una de las mejores experiencias de Àlex, pero también de nuestra hija Carla, fue, tan sólo entrar, poder ver al oso y su especial habilidad para recorrer un tronco y mantener el equilibrio mientras intentaba dar caza a la comida que le lanzaba uno de los cuidadores . Otra era ver al lobo y asegurarse que existía como tal y no únicamente en los cuentos. Cómo ya os he contado, mi hijo de cuatro años es un fan incondicional de este animal y tenía que verlo. Sin embargo, pronto se nos hizo mediodía y llegamos tarde y, aunque los vimos, los lobos estaban durmiendo.
Más adelante, tampoco tuvimos suerte con las marmotas que estaban escondidas y eso que aún no habían empezado su hibernación. Ni tampoco después alcanzamos a ver a los zorros, que supongo también estarían en su momento siesta.
Sin embargo, sólo por el simple hecho de poder pasear al lado de los ciervos, los corzos y los gamos valió la pena la visita, ya que fue una sensación increíble e irrepetible.
Un entorno pensado para las familias
En nuestra escapada, nosotros comimos en una de las áreas de picnic del parque, justo al lado del río y fué una aventura para los niños. Después nos acercamos a la orilla y estuvimos un rato jugando con el agua y disfrutando del paisaje. Posteriormente reemprendimos la marcha hacia la salida, sin antes dejar de visitar los jabalís, las ardillas o el lince.
Olvidé comentaros que justo en la entrada, el parque también cuenta con un pequeño recinto con animales de granja donde los niños pueden entrar y tocar los conejos, las gallinas, las cabras o incluso subirse a uno de los ponis. Un espacio que ante la singularidad del resto del parque, no deja de ser anecdótico y menos atractivo.
Dicho todo esto, a pesar de que ahora aún los días son cortos y hace un poco de frío, vale la pena aprovechar alguna mañana primaveral de las que nos empieza a ofrecer el mes de marzo para hacer una escapada en familia e ir a conocer esta maravilla de parque.
En nuestro caso, la ocasión requiere obligatoriamente una segunda visita, quizás con la llegada de la primavera cuando las marmotas ya hayan despertado de su hibernación y también podamos disfrutar y descubrir los circuitos del Molló Parc Aventura. Un parque de tirolinas para los niños a partir de 2 años de edad que complementa la oferta de actividades de la zona. En esta ocasión, sin embargo, espero que podamos ver a nuestros admirados lobos en acción. Ya os contaré!
